MENTECIRCULAR

Columna de Opinión

Por Paolo Mazza – Fundador de mentecircular.

Hay conceptos que se instalan con fuerza, pero con el tiempo se van diluyendo hasta convertirse en lugares comunes. Eso ha pasado con la “economía circular”. En muchos entornos empresariales se la menciona como sinónimo de reciclaje, de empaques más livianos, de menor uso de agua o incluso de reemplazo de materias primas. Pero la economía circular no nació para eso. No es una táctica ambiental, ni una certificación decorativa. Es una forma distinta de pensar el negocio.

Y como toda forma distinta de pensar, incomoda. Porque obliga a cuestionar los paradigmas que nos trajeron hasta aquí. Y sobre todo, obliga a asumir que lo que hoy tenemos no necesita mejoras parciales: necesita ser rediseñado.

 

1. Reciclar no es rediseñar  

 

Reciclar es necesario, sí. Pero no es suficiente. Y mucho menos lo es si lo usamos como excusa para no revisar el modelo completo. Si analizamos el lugar que ocupa el reciclaje en la economía circular, nos daremos cuenta que es el último.

Primero debemos hacer una revisión a nuestras formas de consumo, y disminuirlo en todo aquello que podamos, centros de lavados en edificios vs lavadoras en cada departamento, luego reutilizar- reparar o darle otro uso distinto al sentido original, el paso siguiente es reutilizar para el mismo fin, rellenar, retornar muchas veces y finalmente, cuando no haya resultado nada mas, reciclar.

Cambiar un material por otro menos contaminante o implementar una campaña de recuperación posconsumo pueden ser buenas acciones, pero si no cuestionan la lógica del producto de un solo uso, del volumen por sobre el valor, del descarte como solución final, entonces lo que estamos haciendo es estirar un modelo que ya no da más.

El rediseño que plantea la economía circular no es cosmético. Es estructural. Implica volver a preguntar para qué existe nuestro producto, qué necesidad resuelve, cuál es la mejor forma de satisfacer esa necesidad poniendo como restricción a la solución el que cumpla con los principios de triple impacto.

 

2. Circular es volver a preguntarse para qué hacemos lo que hacemos

 

Una empresa circular no empieza por preguntarse “qué puedo cambiar para contaminar menos”. Empieza por preguntarse “qué necesidad estoy resolviendo y si hay una forma distinta de resolverla”.

Ahí está la diferencia clave. No se trata de hacer más eficiente lo que ya existe. Se trata de repensar la propuesta de valor completa, integrando desde el inicio las restricciones del triple impacto.

Un producto circular no es sólo reciclable. Es un producto pensado para durar, para ser compartido, reparado, actualizado, retornado, desmaterializado, o incluso reemplazado por un servicio.

Y esa forma de pensar impacta en todo: en la relación con el cliente, en la operación, en los modelos de ingresos, en la comunicación. Cambia la ecuación de negocio. Porque ahora no se trata solo de vender más unidades, sino de crear valor de manera regenerativa, restaurativa y coherente con un mundo que ya no tolera la ineficiencia encubierta.

 

3. No hay estrategia circular sin decisiones incómodas

 

En la práctica, muchas estrategias circulares se diluyen porque se intenta avanzar sin tensionar lo existente. Se crean unidades paralelas, se tercerizan soluciones, se hacen pilotos desanclados del core del negocio.

Pero la verdad es que la circularidad solo cobra fuerza cuando obliga a decidir distinto. Cuando se elige rediseñar un portafolio completo. Cuando se deja de invertir en líneas que ya no cumplen con el nuevo criterio. Cuando se enfrentan conversaciones complejas con proveedores, con socios, incluso con los propios equipos internos.

No hay transición sin fricción. Y el rol del liderazgo es justamente acompañar ese proceso. No esconderlo. No edulcorarlo. Sino asumir que transformar implica incomodar, abrir conversaciones nuevas, tomar decisiones que antes no estaban en el radar.

 

4. Circular no es un destino: es una manera de pensar el negocio

 

Una empresa no “llega” a ser circular de la noche a la mañana. Circular no es una meta. Es una forma de operar. Un lente estratégico que obliga a revisar todo con una nueva mirada.

  • Revisar cómo se crea valor (y qué costos se están externalizando sin medir).
  • Revisar cómo se entrega valor (y cuánto desperdicio hay en el proceso).
  • Revisar cómo se captura valor (y si la rentabilidad se está sosteniendo en lógicas que ya no son válidas).

Este enfoque no tiene una única receta. Pero sí tiene una exigencia básica: dejar de pensar en soluciones aisladas y empezar a rediseñar desde el sistema completo.

 

Cierre: no se trata de cambiar todo. Se trata de pensar todo de nuevo

 

A veces se escucha que la economía circular es una moda. Que va a pasar. Que lo que hay que hacer es “cumplir” para evitar sanciones o quedar mal.

Esa mirada no solo es miope. Es riesgosa. Porque las empresas que piensan así son las que hoy están perdiendo mercado, talento, legitimidad.

La economía circular no es una táctica de cumplimiento. Es una estrategia de rediseño que permite navegar un entorno cada vez más incierto, más regulado y más exigente.

Y como toda estrategia, empieza con una decisión: la de volver a pensar para qué existe nuestro negocio y si lo estamos haciendo de la forma más sensata, consistente y preparada para lo que viene.

 


 

Paolo Mazza
Fundador de mentecircular.

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