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Columna de Opinión

Regulación y reputación: dos fuerzas que empujan el cambio

Por Paolo Mazza – Fundador de mentecircular.

 

Si algo está cambiando aceleradamente en el mundo empresarial es el entorno que define lo que se considera aceptable, legítimo y competitivo. Ya no es solo el mercado el que pone presión. Hoy, las empresas están siendo empujadas —y a veces arrastradas— por dos fuerzas que no se pueden ignorar: la regulación y la reputación.

Ambas son distintas. Una actúa desde lo normativo, con fechas, multas, estándares. La otra, desde lo simbólico, con expectativas sociales, presión mediática y sentido común emergente. Pero las dos están moldeando una nueva frontera de lo posible. Y lo más relevante es que ninguna puede ser subestimada. Porque si una empresa no se adapta a tiempo, estas fuerzas no le van a dar margen para corregir en segunda vuelta.

En este escenario, quedarse inmóvil ya no es una estrategia neutral. Es una apuesta riesgosa. Porque lo que antes se toleraba como rezago, hoy se percibe como irresponsabilidad. Y ese cambio en la percepción está siendo impulsado por agentes muy concretos.

 

1. La regulación ya no es periférica: es estructural  

 

Por años, la regulación ambiental y social fue vista como una incomodidad. Algo que había que cumplir para no tener problemas. Pero ese paradigma está cambiando. Hoy, la regulación está empezando a marcar el diseño de los modelos de negocio.

Normativas como la Ley REP en Chile, las taxonomías verdes en Europa, los estándares de divulgación ESG y los nuevos marcos de reporte de sostenibilidad a nivel global están dejando claro que ya no se trata de “cumplir”. Se trata de demostrar consistencia estructural con principios de circularidad, trazabilidad, transparencia y regeneración.

Esto no es solo un desafío técnico. Es una exigencia estratégica. Porque afecta qué productos se pueden comercializar, qué materiales se pueden usar, cómo se deben gestionar los residuos, y qué tipo de información debe ser pública.

Y más allá del cumplimiento, lo que está en juego es el acceso a mercados, a licitaciones, a capital. Es el derecho a operar con legitimidad en un contexto donde lo ambiental y lo social dejaron de ser adjetivos: ahora son sustantivos regulatorios.

Las empresas que entiendan esto no como una carga, sino como un marco claro para la toma de decisiones, estarán mejor preparadas para moverse con agilidad y seguridad. Porque lo que viene no es menos regulación, sino más sofisticada, más exigente y más conectada con estándares internacionales.

 

2. La reputación ya no se compra: se construye con coherencia

 

En paralelo, la reputación se ha convertido en un activo tan valioso como intangible. Y en tiempos de sobreinformación, sobreexposición y redes sociales, la coherencia es la nueva moneda de cambio.

Las empresas que comunican sostenibilidad pero no actúan con consistencia están quedando expuestas. El greenwashing no solo daña la imagen: destruye la confianza. Y cuando una marca pierde credibilidad, recuperarla es un camino cuesta arriba.

Hoy, los consumidores, los talentos, los inversores y los medios están leyendo con lupa las decisiones empresariales. Ya no alcanza con un producto reciclable o con una campaña inspiradora. Lo que se exige es integridad. Que lo que se dice esté respaldado por hechos. Que las promesas estén respaldadas por modelos de negocio viables y regenerativos.

Y lo más interesante es que la reputación sólida no depende de la perfección. Depende de la autenticidad. Las empresas que reconocen sus desafíos, que muestran avances reales, que aprenden públicamente, están construyendo algo más valioso que admiración: están construyendo confianza.

Además, la coherencia no es solo un valor moral: es una herramienta de diferenciación. En mercados donde la competencia es feroz, la autenticidad se vuelve ventaja competitiva. Porque permite generar vínculos duraderos con quienes importan: clientes, comunidades, equipos.

 

3. Lo que antes era opción, hoy es obligación (y oportunidad)

 

La conjunción de presión regulatoria y presión reputacional está haciendo que muchas cosas que antes eran opcionales —medir huella de carbono, diseñar productos retornables, eliminar sustancias peligrosas, reportar impacto— ahora sean condiciones básicas de participación en el mercado.

Y esto no es una mala noticia. Al contrario. Las empresas que entienden esta dinámica están encontrando una oportunidad para anticiparse, para diferenciarse, para abrir mercados, para atraer capital.

Porque la regulación y la reputación no solo empujan el cambio. También lo hacen posible. Ayudan a justificar decisiones que hace años parecían difíciles. Respaldan inversiones que antes no se aprobaban. Fortalecen a quienes se atreven a liderar.

Hoy, muchas empresas están utilizando estos marcos como argumento frente al directorio, frente a sus cadenas de valor, frente a los sindicatos. Lo que antes era una causa, hoy es un estándar. Lo que antes era una elección voluntaria, hoy es un nuevo deber de diligencia empresarial.


4. Liderar desde la regulación y no contra ella

 

Una de las decisiones más estratégicas que puede tomar una empresa es elegir cómo se posiciona frente a los marcos regulatorios: como un actor reactivo que ajusta lo justo y a último minuto, o como un actor proactivo que ayuda a dar forma a los estándares que vendrán.

Las empresas que se involucran en la construcción de políticas públicas, que colaboran con entes reguladores, que transparentan datos y resultados, que lideran desde la evidencia, están marcando una diferencia. No solo mejoran su reputación: también ganan influencia y capacidad de anticipación.

Liderar desde la regulación no es resignarse. Es entender que las reglas son una forma de dar estabilidad, de ordenar la cancha, de establecer un lenguaje común. Y que operar dentro de ese marco, con inteligencia y visión, es mejor que pelear con él desde la resistencia.


Cierre: anticiparse no es una carga. Es una ventaja competitiva

 

Esperar que la presión baje, que las reglas se relajen o que el entorno vuelva a ser predecible es, simplemente, negar lo evidente. Lo que viene no es más fácil. Pero sí es más claro. Y eso, bien aprovechado, es una oportunidad única.

La regulación y la reputación son fuerzas convergentes. Y están empujando a las empresas a rediseñar sus modelos, no por una moda, sino por una necesidad. Quienes entiendan esto como una oportunidad estratégica podrán transformar su negocio desde la proactividad. Quienes no lo hagan, estarán cada vez más a la defensiva.

El momento de actuar no es cuando se obliga. Es cuando aún se puede decidir. Y ese momento, para muchas industrias, es ahora.

 


 

Paolo Mazza
Fundador de mentecircular.

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